Hablar de Oaxaca es hablar de tradición, memoria y sabor. Entre sus múltiples expresiones culturales, el Día de Muertos ocupa un lugar sagrado: una festividad donde la gastronomía no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma. En los altares que se levantan en honor a los difuntos, tres elementos suelen brillar con fuerza propia: el pan de muerto, el mole y el chocolate. Cada uno guarda un simbolismo que trasciende lo culinario para convertirse en puente entre los vivos y quienes partieron.
El pan de muerto: un abrazo de azúcar y tradición
El pan de muerto, con su forma redonda y decorado con huesitos de masa, representa el ciclo de la vida y la muerte. En Oaxaca adquiere variaciones únicas, desde los panes tradicionales espolvoreados con azúcar hasta versiones con ajonjolí o rellenos de sabores contemporáneos. Colocado en los altares, simboliza la generosidad de compartir y la presencia espiritual de los seres queridos, recordándonos que la dulzura también forma parte del recuerdo.
El mole: un platillo para los dioses
Si hay un sabor que define a Oaxaca, es el mole. Negro, coloradito, amarillo o verde, cada variedad guarda siglos de historia y mezcla ingredientes que parecen imposibles de combinar: chiles secos, especias, semillas y chocolate. El mole es considerado un alimento ceremonial, un platillo que se prepara con paciencia y amor, destinado tanto a la familia como a los difuntos. En los altares, representa la abundancia y la unión, porque pocas cosas congregan tanto a los oaxaqueños como un buen plato de mole acompañado de arroz y tortillas.
El chocolate: bebida de los ancestros
El chocolate oaxaqueño, elaborado artesanalmente con cacao, canela y azúcar, es más que una bebida: es una herencia prehispánica que ha sobrevivido al paso del tiempo. Preparado en agua o leche, servido en jícaras y espumado con molinillo, acompaña los encuentros familiares y es indispensable en las ofrendas. Se cree que su aroma atrae a los difuntos, quienes regresan a compartir una taza de este elixir con sus seres amados.
Altares que cuentan historias
Cada altar en Oaxaca es un lienzo que narra la historia de una familia. El pan, el mole y el chocolate se colocan junto a flores de cempasúchil, velas, copal y fotografías, creando un espacio donde la memoria se vuelve tangible. Estos alimentos, además de ser parte de la vida cotidiana, se transforman en símbolos de respeto, amor y celebración de la vida.
En Oaxaca, el Día de Muertos no es un banquete de memoria. El pan, el mole y el chocolate son testigos de cómo la gastronomía mantiene vivas las tradiciones y fortalece la conexión entre generaciones.








