Por Dra. Rosa María Ortíz Prado.
En la novela The journey of the fool de Dady Bahig, el gurú ficticio, Sri Bakashānanda, explica el sentido de namaste:
Significa ‘yo saludo a la luz de Dios que está en ti’. De hecho, significa que la luz de Dios en mí saluda a la luz de Dios en ti; pero tú sabes que no hay ninguna diferencia entre la luz de Dios que está en mí y la luz de Dios que está en ti. Y ya que los saludos sólo se realizan entre dos entidades separadas, para nosotros sería mejor no hablar en absoluto de saludos, sino decir que la luz de Dios en nosotros celebra su presencia eternamente en nuestros corazones.
Antoine de Saint Exúpery en el libro de «El principito» afirmaba que lo esencial es invisible a los ojos. Dicho de otra manera, tenemos que ir a lo esencial y hablar del corazón, de la existencia humana, de lo que, en la filosofía de las religiones se llama alma. Sin lo esencial, sin la capacidad de valorar la vida, si no sentimos profundo respeto por ella, el desarrollo de la conciencia o de una conciencia superior y la búsqueda de la salud podrían ser sumamente difíciles. Sin esta reverencia por lo esencial, no podremos descubrir el secreto de la salud ni de la verdadera felicidad. A veces, la ciencia y la medicina lo han olvidado, adentrándonos en una perspectiva mecánica, pasando por alto lo que los franceses llaman la “Élan vital” o energía de vida, que anima todo aquello que vemos. Si nutrimos esta energía, nos podrá proporcionar más salud y curación que muchas de las tecnologías con las que contamos.
A lo largo del desarrollo de la humanidad, hemos contado con grandes sabios espirituales, grandes filósofos, en todas las culturas y en todas las tradiciones, recordando que Oaxaca es un pueblo profundamente tradicional, se nos ha enseñado que reverenciar la vida es una de las claves de la salud para los seres humanos. Mucho se ha debatido sobre si somos seres espirituales, seres que tienen un alma o una energía (que adquiere muchos nombres en distintas culturas) necesaria para tener una experiencia humana. Para tener esta experiencia humana, sabemos que tenemos herramientas valiosas como son un cuerpo y una mente sana, que nos permiten avanzar a través de este universo y de este mundo.
Creo que todos hemos escuchado alguna vez que la vida es como una escuela en la que aprendemos a propiciar las emociones más sublimes y alejar de nosotros aquellas que nos hacen sentir mal; estamos aquí por alguna razón, que podría yo pensar (pero sin atreverme a afirmar) que es el amor, el gozo, la paz y la salud, en resumen, todo aquello que nos conduce a crecer y a evolucionar como seres humanos.
Prácticas como el yoga y la meditación, así como muchas otras filosofías, nos han recordado durante miles de años que nuestro cuerpo es un vehículo indispensable para vivir en este mundo y que es una de las capas de nuestra naturaleza humana, probablemente, la de más automático alcance. También, nos han hecho pensar en la impresionante herramienta que es nuestra mente para bien utilizarla y poder acceder a nuestro inconsciente y a nuestra divinidad personal.
De la misma manera, se nos ha mencionado que la mente y el cuerpo en equilibrio, fortalecen un sano desarrollo espiritual para que podamos alcanzar nuestros objetivos de aprendizaje en esta vida. Y el aquí y ahora es nuestra única oportunidad, el pasado ya se fue, ya no podemos revertirlo; el futuro no ha llegado, no sabemos si llegará; lo único con lo que contamos es este presente para amarnos y amar a nuestros hermanos humanos, tenemos a nuestro alcance muchas orientaciones que pueden lograr que sepamos cómo establecer esa armonía para convertir en realidad nuestros sueños. En este preciso momento, podemos abrazar la antigua tradición humana de agradecer la vida; lamentablemente, a veces pareciera que hemos olvidado cómo hacerlo.
El equilibrio pleno de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu sí está al alcance de nuestras manos. Está a nuestro alcance para poder vivir en un estado de ánimo pletórico que nos ha sido regalado desde nuestro nacimiento, para poder alcanzar una vida sana y longeva. Recordemos que la vida no es un mero accidente biológico y, la forma en que la vivimos, tampoco debe ser un accidente.
En la valoración de nuestra vida está también encerrada la valoración de nuestra existencia.
Muchas gracias por compartir este espacio conmigo.