Mi cuerpo, mi avatar 

Por: Carime Kuri Fierros 

Imaginemos por un momento que la vida es un gran juego, una experiencia inmersiva en la que cada persona tiene un papel único qué desempeñar. En este escenario, nuestro cuerpo sería avatar: la forma física a través de la cual exploramos, aprendemos, sentimientos y nos relacionamos con el mundo. 

Desde el nacimiento, el cuerpo se convierte en el vehículo que nos conecta con la realidad. A través de él percibimos el entorno, expresamos emociones, comunicamos pensamientos y damos formas a nuestras intenciones. Cada movimiento, gesto y sensación es una manifestación de nuestra existencia interior. El cuerpo no es sólo una estructura biológica, sino una extensión visible del ser. 

Así como en los videojuegos el avatar representa al jugador en el mundo virtual, nuestro cuerpo representa conciencia en el mundo físico. Lo que experimentamos en la mente tiene un reflejo en el cuerpo, y lo que vive el cuerpo afecta directamente a la mente. Por ejemplo, el estrés mental se traduce en tensión muscular, el miedo acelera el corazón y la alegría se siente como una expansión cálida en el pecho. Esta conexión constante revela que no hay separación real entre cuerpo y conciencia: ambos son parte del mismo sistema vivo que experimenta la realidad. 

Cuidar el cuerpo, por tanto, no es sólo una cuestión de salud o estética, sino de armonía existencial. Cuando nutrimos, movemos y descansamos nuestro cuerpo, estamos optimizando el vehículo que nos permite manifestar nuestra esencia en el mundo. Ignorarlo o maltratarlo equivale a descuidar el instrumento que usamos para explorar la experiencia humana. 

Del mismo modo, el cuerpo también nos comunica información valiosa. Sus sensaciones, dolores y energía son mensajes del sistema que busca mantenernos en equilibrio. Aprender a escuchar al cuerpo es como aprender a leer el panel de control de nuestro avatar: nos ayuda a comprender qué necesitamos para funcionar mejor, tanto física como emocionalmente. 

El cuerpo también es el puente entre lo interno y lo externo. A través de él podemos transformar pensamientos en acción, emociones en arte, amor en abrazos. Es el medio que nos permite convertir la intención en experiencia. Sin el cuerpo, la conciencia no podría interactuar con la materia ni expresar su creatividad en el plano físico. 

En un sentido más profundo, el cuerpo cambia constantemente, pero la conciencia que lo habita permanece. En cada etapa de la vida, el cuerpo se transforma, pero sigue siendo nuestro avatar, nuestra herramienta de presencia. Comprender esto nos invita a relacionarnos con él desde el respeto y la gratitud, no desde la exigencia o la crítica. 

En última instancia, hay que reconocer que el cuerpo es nuestro avatar, es un acto de sabiduría: nos recuerda que somos más que la forma física, pero que la forma es el medio por el cual lo invisible se hace visible. Cuidarlo, escucharlo y habitarlo plenamente es honrar la experiencia de estar vivos. 

Al final de todo recorrido – científico, filosófico o espiritual- el ser humano regresa siempre al mismo punto de partida: el cuerpo. Este territorio silencioso que lo acompaña desde el primer aliento hasta el último, que guarda sus heridas, sus placeres, su transformación. 

Lic. Carime Kuri Fierros

carimetanatologia@gmail.com

Tel: 951 128 35 14

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