Juan Jorge Bautista Gómez
La mirada se extravía y se reencuentra permanentemente en el paisaje. Ese referente físico y visual de una realidad determinada. El paisaje habla por sí mismo y otorga las posibilidades de explicación del sujeto.
Nadie puede, ni siquiera abstractamente, concebir la posibilidad de vivir ajeno al paisaje; por el contrario, se vive siempre dentro de un paisaje y es más, el sujeto está capturado por el paisaje, le pertenece, es una parte del mismo y es a la vez objeto y sujeto de la inclusión paisajística.
Así, el ente homínido y el paisaje, son parte del mismo fenómeno, se comprenden y complementan recíprocamente. Sin la sensibilidad del sujeto no hay paisaje y sin el paisaje, la sensibilidad no tiene razón de ser, ambos se requieren para existir.
Esa es la razón de ser de la presente exposición. Mostrar visualmente cómo el sujeto, (1) pertenece al paisaje mismo; (2) cómo siempre añora un paisaje al que remite su pertenencia y existencia y del cual arrastra remembranzas irresolutas y (3) cómo el paisaje impele al sujeto a una vida de referencias que, finalmente, nunca terminan de explicarlo ni de resolverlo.
Y esto es así, porque el sujeto no es un ente infinito e inamovible; permanente y necesariamente, se expondrá a otros paisajes que volverán a proponerle nuevas referencias, impensables dudas e irremediables insatisfacciones.
Así es la vida líquida del día de hoy, qué le vamos a hacer.