Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado
Hablar del sufrimiento que vivimos a veces en silencio es ir más allá del cliché de “la mente influye en el cuerpo”; es reconocer, como plantea el Dr. Gabor Maté, que las enfermedades crónicas y autoinmunes no llegan por azar ni son meramente el resultado de mala suerte genética o hábitos aislados, son en muchos casos, el eco de una historia emocional no procesada, de una vida en la que el deber y el cuidado de los otros han usurpado nuestro espacio interno.
En sus estudios, él ha observado que la gente que desarrolla ciertas enfermedades autoinmunes y crónicas tiene ciertos patrones de personalidad.
1.- Preocupación automática por necesidades emocionales de otros
2.- Rígida identificación con el deber y el rol de responsabilidad extrema
3.- Represión de la ira saludable, que reprime a su vez el sistema inmunológico, punto último al que le confiere importancia señalando que rompe la entidad mente cuerpo y donde habita gran parte de nuestro principio curativo esencial.
Maté lo ha observado en estudios de seguimiento longitudinal y durante décadas de práctica clínica, es decir, la aparición repetida de patrones de personalidad en quienes desarrollan enfermedades físicas crónicas y autoinmunes, ha observado que son personas que desde pequeñas, aprendieron a priorizar las necesidades de sus padres, maestros o parejas, olvidando las propias; que incluso, ya adultas, siguen ajustando su humor y sus acciones para mantener la armonía externa, aunque eso implique tener que suprimir sus emociones verdaderas. Aquellos que sienten que toda crisis ajena es su responsabilidad y que consideran el enojo una emoción peligrosa y que debe evitarse a toda costa.
Lo revolucionario de la propuesta de Maté es ver la represión de la ira saludable como un verdadero factor de riesgo físico y emocional en nuestra salud. Explica que la ira, lejos de ser necesariamente destructiva, es uno de los mecanismos de defensa primarios del complejo cuerpo-mente y que es un principio curativo intacto que indica un peligro para nuestros límites y nos impulsa a protegernos.
Reprimir esta energía vital en favor del deber o la aprobación social no sólo afecta nuestro bienestar emocional: puede inmovilizar por completo el sistema inmunológico. El cuerpo, psiconeuroinmunológicamente, aprende a callar justo cuando más necesita defenderse. En una cultura que exalta el autocontrol, la docilidad y la empatía constante hacia el otro, quienes callan su malestar en aras de “la buena convivencia”, pagan un precio invisible.
La represión sistemática de la autenticidad y la ira necesaria va sumando microtraumas que, bajo condiciones de estrés repetidas, pueden traducirse en enfermedades que parecen azarosas pero que siguen la lógica profunda de una separación interna, de una escisión.
El desafío es aprender a escuchar el mensaje de lo que callamos, a resignificar la ira no como enemiga, sino como aliada que señala lo que es intolerable para nuestra integridad. Darle espacio a la expresión auténtica es quizás el antídoto más potente frente a muchos de los malestares de este siglo. La ira es una emoción tan básica como el miedo, como la alegría, como la tristeza.
¡¡Al aceptarnos como seres profundamente emocionales aprenderemos a conocernos mejor y a darnos un mejor lugar en el mundo!!
Psicóloga Clínica
Certificada en Perfil de desarrollo emocional
Maestra en Neurociencias
Dra. en Psicología Rosa María Ortíz Prado
Psicoterapeuta y Maestra en Neurociencias
Prolongación de Emiliano Zapata #630, Col. Reforma, Oaxaca de Juárez, Oax.
Tel: 951 547 12 47 / 51 38 304







