El corazón de Madrid

Por Juan Jorge Bautista Gómez

¡La Plaza Mayor otra vez! Aquel escenario extraordinario donde ha ocurrido de todo. Madrid y su historia se concentran aquí, el turismo la recorre tratando de desentrañar sus milenarios mensajes de entre soportales, ventanales, calles, escalinatas y arquería.

Hoy, la gran Plaza, está como siempre, imperturbablemente presente. Teñidos sus muros de un rojo óxido con filas interminables de barandales que resguardan también incontables balcones que parecen querer hablarlo, relatarlo todo.

En su historial, primeramente, fue conocida como la Plaza del Arrabal, albergó el mercado principal, transformándose también en escenario para las antiguas corridas de toros, conocidas como “Juegos de cañas” y hasta hizo las veces de plaza de ajusticiamiento inquisitorial, en donde ocurrían dantescos actos de fe en los que se sometían a torturas y a garrote vil a los “herejes”.

Hoy, felizmente, ha dejado de ser un espacio de escarnio para convertirse en un lugar de deleite; así, alberga en sus diferentes locales de alimentación, todos los tópicos culinarios ibéricos y mediterráneos presentes en tapas, tostas, bocadillos o raciones de: albóndigas, pulpo a la gallega, boquerones, calamares, patatas bravas, tortilla española, gambas, cocido, fabada, croquetas, jamón serrano, ibérico o de bellota, quesos, salpicón, caracoles y un largo etcétera.

De entre sus arcos, entroncando con el acceso de la calle de Toledo, se encuentran los artistas plásticos, quienes impregnan sobre diversos soportes, la cultura y las escenas de lo español; ahí no pueden faltar imágenes de gitanas bailando, de flamencos en la fiesta del Cante jondo, de toros y toreros y, también, siempre asoman las referencias al Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha.

La Plaza Mayor es coronada al centro con la estatua de bronce del Rey Don Felipe III, “El piadoso”, quien, en 1619, la hizo construir.

Mimos, payasos y músicos callejeros, alegran el andar de los paseantes en una tarde de junio seriamente cálida, 38 grados centígrados; sin embargo, a pesar de tan extremoso calor, no inhibe, en lo más mínimo, el disfrute de propios y extraños.

Madrid es una ciudad culturalmente viva y diariamente sorprende con su vitalidad al más pintado.

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