Trastorno depresivo en la vida

Por: Dra. Rosa María Ortiz Prado

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas sufrirá depresión a lo largo de su vida, patología que actualmente está infradiagnosticada, ya que sólo el 50% de los seres humanos con depresión, están siendo tratados y, de estos, sólo el 50% tiene un tratamiento correcto.

La depresión ha acompañado a la humanidad, y es más común en mujeres que en varones, teniendo oscilaciones a lo largo de la vida y aumentos importantes como por ejemplo, la tercera edad, y se manifiesta también en comorbilidad con enfermedades físicas y otros trastornos psicológicos, además sabemos que puede cronificarse o dar episodios de repetición durante toda la existencia del sujeto.

Es una enfermedad que va mucho más allá de un simple estado de ánimo alterado, pues sabemos que se puede manifestar con trastornos de la alimentación, del sueño, con cuadros de dolor, ansiedad, falta de concentración y alteraciones en la memoria, así como dificultad cognitiva y en la toma de decisiones. 

Es un problema de salud pública ya que presenta una elevada prevalencia porque genera discapacidad y disfuncionalidad, amen del sufrimiento psicológico en el enfermo y en su entorno más cercano, pues disminuye la calidad de vida y dentro de sus complicaciones, incrementa de manera importante la posibilidad de suicidio.

La depresión constituye un desafío porque la sintomatología afectiva se entremezcla con factores estresantes sociales, de pareja, económicos, físicos y a menudo, con otros trastornos crónicos y conductas no saludables.

El riesgo de desarrollar depresión mayor es significativamente más alto en familiares de pacientes con depresión; la historia familiar de depresión mayor sugiere un incremento en el riesgo de desarrollar trastorno depresivo mayor grave, crónico y de inicio precoz.

La media de la edad de debut del trastorno depresivo mayor, se sitúa en el inicio de la edad adulta, con un crecimiento representativo entre los 20 y 50 años, afectando más frecuentemente a personas que viven solas y sin relaciones interpersonales estrechas, como personas solteras sin hijos, divorciadas o viudas.

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