Por: Uriel de Jesús Santiago Velasco
Hace unas horas terminé de leer Los supervivientes (Destino/2022) de Alex Schulman y continúo procesando los detalles del libro. De entrada, nos presenta una cronología narrativa totalmente novedosa, o por lo menos yo nunca había leído un libro narrado a la inversa.
Comienza por el final a las 23:59 hrs y culmina con el inicio a las 0:00 del día anterior, capítulo a capítulo va retrocediendo y con ello, el lector recibe a bocanadas toda la información que rodea a Nils, Benjamín y Pierre, tres hermanos que regresan veinte años después a la alejada cabaña familiar, en la punta extrema de Suecia, donde pasaban el verano, unidos por la camaradería y la confusión.
Han sobrevivido a una infancia llena de imperceptibles atrocidades psicológicas, con una madre desapegada, con cambios repentinos de humor y un padre inconsciente e impulsivo que, intentando ejercer una paternidad cercana, ponía a competir en riesgosas tareas a sus hijos “para ver quién era el mejor”; en medio de ellos, un fatídico accidente y el misterio de Molly, un personaje al principio secundario pero que resulta ser la pieza que faltaba en el engranaje.
Al morir su madre los hermanos se reúnen para recoger sus pertenencias y encuentran una carta donde les dice: “Llevadme de vuelta a la finca. Esparcid mis cenizas en el lago. Pero no quiero que lo hagáis por mí; […] Quiero que lo hagáis por vosotros. Sentaos en el coche, coged el camino más largo […], en la soledad junto al lago, en la sauna al atardecer, solos vosotros tres, sin que nadie pueda escuchar. Quiero que hagáis lo que nunca hicimos: hablad entre vosotros”.
Pero de qué van a hablar estos hermanos cuando los tres llevan toda su vida haciéndose reyes del silencio, ahogando sus reproches y confusiones; creyéndose una mentira que crearon para sobrevivir a su infancia, de la que evidentemente no salieron ilesos pero prefieren ignorar, contándose sus propias versiones y seguir como si nada hubiese pasado.
Los tres tienen su grado de complejidad y como hijos obedientes, cumplen la última voluntad de su madre. Benjamín por ser el más observador y pacífico, es quien narra la historia “que no cabe en un trozo de papel”, que se planta en el final de un relato que se ha prolongado varias décadas y que explora por sobre todo, los riesgos de volver al pasado, cuando una familia se ha roto desde hace mucho y para siempre. “Es como si parte de mí estuviera diciendo que he vuelto a casa. Y otra me está pidiendo a gritos que salga de aquí” se dicen al estar nuevamente frente a su pasado, a punto de romper tan dolorosos silencios. En sus 292 páginas, Los supervivientes de Alex Schulman no da tregua, inunda la mente letra por letra, te hace creer un panorama y luego se transforma. No exagera la crítica al decir que esta novela es una de las grandes revelaciones del año.