El tesoro que nace después de las lluvias

Por: Romina Silva Espejo

La temporada de lluvias, aparte de refrescar los días, pintar de verde los jardines y producir un aroma especial, es el motor clave para el surgimiento de las estructuras reproductivas de los hongos, las cuales liberarán las esporas que comenzarán un largo viaje para iniciar un nuevo ciclo de vida. Estas estructuras reproductivas son llamadas cuerpos fructíferos y son lo que comúnmente podemos reconocer a simple vista de ellos, pues el verdadero cuerpo de los hongos es filamentoso y se encuentra bajo tierra, a esto se le conoce como micelio. 

Los cuerpos fructíferos presentan diferentes tamaños, formas y colores, son tan exóticos que le brindan un toque mágico a los bosques donde habitan, sólo basta ser un poco observador y curioso para encontrarlos en el suelo, en los árboles, o en los troncos caídos.  

Así como son diversos por fuera, también lo son por dentro; los hongos presentan una gran variedad de metabolitos secundarios que les permiten ser útiles para los humanos; actualmente, son utilizados para la elaboración de combustible, medicamentos, pesticidas, papel y otras alternativas sustentables. Está relación entre hongos y humanos, se ha mantenido desde tiempos prehispánicos, sobre todo en nuestro país. 

En México habitan aproximadamente 20,000 especies de hongos, gracias a esta gran diversidad, culturas como la Náhuatl, Zapoteca, Otomí, Mixteca, Huichol y Totonaca, lograron relacionarse estrechamente con sus propiedades, convirtiéndose en una parte valiosa del conocimiento tradicional que hasta ahora prevalece en nuestras comunidades; al estudio de esta relación se le conoce como etnomicología. 

Entre los usos etnomicológicos de México, destaca el medicinal, el mágico, el religioso, la extracción de pigmentos, su uso forrajero y el alimenticio. Estos han sido reportados de gran relevancia para los estados de Oaxaca, Chiapas, Puebla y Tlaxcala. 

En la actualidad, la tradición de esperar la temporada de lluvias para recolectar hongos sigue estando vigente; las comunidades cercanas a la naturaleza realizan recorridos en familia y recolectan hongos silvestres para elaborar platillos tradicionales que pertenecen a recetarios que han sido transmitidos generación tras generación, que aparte de ser deliciosos, son muy nutritivos, pues los hongos tienen altos valores de proteínas, vitaminas y fibra. 

Desafortunadamente, problemas como el cambio de uso de suelo, la contaminación, la deforestación y el calentamiento global, reducen la abundancia y la diversidad de los hongos que se pueden encontrar en los bosques; a su vez, esta situación pone en peligro el conocimiento tradicional que por años ha sido albergado en muchas comunidades de México. 

Si se conserva la diversidad biológica, es posible preservar el conocimiento tradicional y la cosmovisión que forma parte de nuestra cultura como mexicanos y oaxaqueños. Recordemos que la estrecha relación con la naturaleza que tenían nuestros antepasados, les permitió descubrir el tesoro que nace después de las lluvias.

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