
Por Rosa María Ortiz Prado
Los seres humanos somos racional emotivos, ya que somos un ser biopsicosocial, un todo indivisible. Las emociones mantienen niveles de activación fisiológica que pueden afectar nuestra salud, generando hipertensión arterial, contracturas musculares crónicas, trastornos gastrointestinales, úlceras, colitis nerviosa, dermatitis atópicas, alopecia, insomnio, trastornos del apetito, como ejemplos, y son universales aún no siendo conscientes de ello.
Surgen ante situaciones relevantes para nuestro cerebro, implican peligro, amenaza, pérdida, éxito, cambios, angustia, ansiedad, soledad o separación e intentamos adaptarnos a ellas; evolutivamente hemos respondido a las amenazas de la vida misma, para poder sobrevivir.
Además, las emociones cumplen una función social y nos motivan a la vida, promoviendo una conducta prosocial y nos dan energía para tener una intención hacia conductas específicas más eficaces y funcionales. Se dice que las emociones básicas son la ira, la tristeza, el miedo y el rechazo, que promueven una alta activación psicológica y se les ha estudiado en relación al proceso salud enfermedad.
En un primer momento nos adaptamos haciendo una lectura de cierto estímulo, si lo gestionamos adecuadamente no dejará secuela, pero si permanece la emoción, puede ocasionar un daño en nuestra salud; al no gestionarlas podemos estar indefinidamente enfadados, tristes, deprimidos, ansiosos o con miedo, teniendo esto un costo que se traduce en trastornos de salud física y mental, con comportamientos que nos hacen abandonar hábitos saludables de alimentación, sueño, ejercicio físico y de sana interacción psicoemocional social, sustituyéndolos por sedentarismo, adicción al tabaco, alcohol, exceso de trabajo, sexo, sobrealimentación o poco descanso, en un intento de contrarrestar estas experiencias emocionales.
Las emociones alteradas prolongadas dan como resultado nivel de activación fisiológica intenso, con disfunción central de la neurotransmisión, activación del eje hipotalámico-hipofisiario-corticosuprarrenal, con consecuencia de ritmos alterados de adrenalina y cortisol, afectando nuestra respuesta inmune, haciéndonos más vulnerables a patologías.
Existe una estrecha relación entre emociones y salud, diferente en cada persona. Barbara Fredrickson propone una teoría centrada en las emociones positivas y su alto valor adaptativo, señalando que la alegría, entusiasmo, satisfacción, orgullo, bondad, empatía y compasión, brindan la propiedad de ampliar nuestras formas de pensamiento, construyendo reservas de recursos físicos, intelectuales y psicosociales a nuestra disposición, para hacer frente a los momentos de crisis personal o social como la que vivimos en la actualidad, con todas las repercusiones que nos está dejando el Covid19.
La autogestión emocional es un recurso para adaptarnos a condiciones inesperadas, todos y cada uno de nosotros tenemos la capacidad de aprender a gestionar nuestra emotividad, ¡hagámoslo!