Amar a los peluditos antes llamados mascotas 

Por: Rosa María Ortiz Prado  

La mayoría de nosotros hemos sentido la emoción de recibir a un nuevo miembro de la familia lleno de pelos o de plumas, un ser vivo diferente y divertido, capaz de transformar nuestra vida y nuestras rutinas; son seres hermosos y capaces de dar y recibir amor. Y sí, desde hace mucho tiempo, los seres humanos hemos adoptado animales de compañía y algunas personas incluso, les han llamado perrijos o gatijos.  

Existe una enorme variedad de características y especies entre ellos, algunos de lo más raros para el ojo humano. Sin embargo, ahora se les conoce más y sabemos qué función tienen en nuestra vida; son seres pensantes, con emociones amorosas y variadas hacia nosotros, con lealtad y apego. Nos brindan, entre otras cosas, consuelo y reducción del estrés; en momentos difíciles, pueden ser presencias invaluables. Así mismo, la convivencia con ellos puede ayudarnos a reducir los niveles de cortisol (la llamada hormona del estrés) y elevar nuestro estado de ánimo. 

Estos cálidos seres, intervienen en nuestra socialización incluso, pueden ayudarnos a salir de casa, realizar diversas actividades o enfrentar situaciones sólo con su compañía, brindándonos una mayor sensación de seguridad. El vínculo emocional que establecemos con ellos es único y significativo, nos brindan apoyo empático y cercanía afectiva.  

También pueden ser entrenados para acompañar a personas con características especiales, desempeñando tareas terapéuticas en la lucha contra trastornos neuro degenerativos, físicos o ante la ausencia de algún sentido. Intervienen frecuentemente en la psicoterapia y en la rehabilitación física.  

Muchos estudios actuales en Neurociencias han demostrado que nuestras mascotas nos ayudan a reducir la presión arterial y mejorar el rendimiento cognitivo y físico, protegiéndonos a las personas de la soledad.  

Debemos valorar que juegan un importante papel en nuestra salud mental y en nuestro bienestar de vida y emocional, dándonos valores incalculables en el consuelo, el apoyo, el amor incondicional y la socialización, sin descontar los beneficios terapéuticos.  

Respetemos y valoremos sus vidas, devolvámosles un poco de lo mucho que ellos nos regalan con su presencia. Démosles un trato digno y una calidad de vida como la que ellos nos regalan desde su corazón “animalino”; recordemos que actualmente forman parte de nuestra familia. 

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