Niños sin límites

Por: Rosa María Ortíz Prado

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Las sociedades de antaño, probablemente tenían menos bienestar material, menos comodidades, menos acceso a la tecnología, viajes, conocimiento del extranjero, becas, educación privada, pero había una mayor conexión entre padres, abuelos, hermanos, sobrinos, hijos, familia, amigos, compadres, padrinos, etc.

En la actualidad, la mayoría de nosotros, vivimos una profunda desconexión con los seres que amamos, ganamos más dinero y tenemos acceso a muchos más servicios que nos mantiene cómodos o aparentemente cómodos. Sin embargo, en generaciones anteriores, los resultados en la educación familiar eran más observables; los esquemas disciplinarios que podrían parecer ante nuestros ojos como rígidos, daban seres humanos productivos y funcionales.

Uno de los aspectos que actualmente observamos más frecuentemente entre padres e hijos, es la ausencia de límites. Desde que los niños son muy pequeños, la permisibilidad en actividades y aspectos de la vida cotidiana, son situaciones que antes tenían mayor restricción; en la actualidad, no se dan. Los padres actuales nos sentimos profundamente culpables por pasar menos tiempo de convivencia verdadera con nuestros hijos, dando como resultado, que, por esa culpa, permitamos que los límites educacionales se borren para poder estar en un tiempo mayor de convivencia “sin problemas”.

Existe un proverbio chino que dice: «Dime y lo olvidaré, enséñame y tal vez lo recuerde, involúcrame y lo entenderé”. El ser humano aprende a copiar, el aprendizaje es vicario, es decir, por medio de la observación y la imitación. Y, psicológicamente, el modelo que damos, el ejemplo que ponemos, es la orden silenciosa que transmitimos a la generación que nos sucede. Son múltiples los factores que influyen en el desarrollo de un ser humano, en todas las áreas de la personalidad; sabemos que las normas pueden influir positiva o negativamente en nosotros, sin embargo, la manera en que nosotros definamos nuestra vida, va a influir de manera definitiva en el cómo nuestros hijos definen la suya; si yo no sé quién soy ¿cómo voy a enseñarle a mi hijo a que descubra quién es él?

Como decía Baden Powell: «el niño no aprende de lo que los mayores dicen, si no de lo que los mayores hacen”. En la actualidad, no queremos sufrir ni sentirnos frustrados y estamos enseñando a los niños a evadir el sufrimiento, que es parte de la vida y a evitar la frustración sin reconocerla como forma de maduración para volvernos resolutivos ante los problemas; un ser humano que no aprende a frustrarse, no tendrá la tolerancia para enfrentar los diversos problemas que la vida le brinde, para poderlos resolver satisfactoriamente.

¿Cómo podemos entonces guiar con el ejemplo?

Enseñando a nuestros hijos a enfrentar la frustración

Enseñarles a reconocer que frustrarnos es bueno porque puede ayudarnos a explotar nuestra creatividad, aprendiendo que no es necesario tener tecnología de sobra para podernos divertir.

El sufrimiento tiene sentido

Enseñarles a nuestros hijos que sufrir en la vida es inevitable y que tenemos la capacidad para poder enfrentar el dolor; los niños pueden aprender a responsabilizarse por aquello que los hace sufrir y que pudieron haber evitado.

Ejercer nuestra capacidad de caridad

Sabiendo que la caridad implica mucho más que regalar lo que no sirve, nos sobra, no nos gusta o para dar limosna. Que ser caritativo es un genuino acto de amor que lleva consigo involucrarnos con alguien que se encuentra frágil o vulnerable, como ha sucedido actualmente con los sismos en los diferentes Estados de nuestra República.

Aprender a esperar es positivo.

Tener la capacidad de mostrar a nuestros niños que aburrirnos no es malo, que tener tolerancia y aprender a esperar nos fortalece y que esto, es imprescindible para que aprendamos enfrentar la frustración.

Dentro de otros aspectos que nos ayudarán a guiar a nuestros hijos y apoyar el fortalecimiento de la autoestima, es la valoración positiva que hacemos de nosotros mismos, formando seres seguros de sí mismos, ya que la seguridad, tiene una estrecha relación con el aprendizaje de los límites. Los límites son de suma importancia en la vida de cualquiera de nosotros, ya que éstos, están señalados en la cultura, en la vialidad, en las leyes, en la religión, en la educación, en la familia, en la moral y en la vida cívica de cualquier individuo.

Basándonos en los siguientes elementos:

  • Reglas claras
  • Capacidad de cumplimiento
  • Ejemplos positivos
  • Autoconocimiento
  • Comunicación asertiva
  • Capacidad de amar
  • Identidad con la familia

Todo lo anterior podemos lograrlo cuando marcamos límites, ya que de esta manera fortalecemos la autoestima de nuestros hijos, se sienten seguros y amados, se conocerán así mismos para poder desarrollar una inteligencia emocional para que puedan descubrir quiénes son y hacia dónde se dirigen.

Muchas gracias por nuevamente acompañarme en este espacio, espero que el mes este lleno de éxito y crecimiento para todos.

 

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